jueves, 24 de febrero de 2011

Tu mirada

   
      Había llegado a ese punto en que mi existencia, obligada y desprovista de alicientes de todo tipo, fluía a empellones por un estrecho cauce. Mi cuerpo, para mí, había devenido en un mero sostén de mis huesos en el que estaba totalmente ausente cualquier placentera sensación. No sé cómo entraste en mi vida sacudiéndola desde lo más hondo y brindándome el más maravilloso de tus regalos: ¡tu mirada!

            Una mirada que emerge desde esos dos fanales que tienes por ojos y que cuando ahora se posan sobre la desnudez, ante apática y ahora anhelante, de mi cuerpo, la acicala extrayendo lo mejor que hay en ella. Cuando me miras se alborota mi piel con una melodía de cascabeles, esponjas mis sequedades y me haces gozar con tu cercanía. Esa mirada lúbrica actúa sobre mi cuerpo remodelándolo como la mejor de las cirugías, apretando la desazón de mis carnes, redondeando sinuosamente mis curvas y alzando mis pechos en un desafío a esa ley de la gravedad que se me impuso en estos años.

            Tras una  larga etapa de crudo invierno, has devuelto mi vida a la primavera y, sobre todo,  con tanto mirarme has contagiado a mis ojos esa forma de hacerlo. Ahora cuando me reflejo en el espejo, gracias a ti, me disfruto más maravillosa de lo que nunca, a estas alturas, me pude haber imaginado.

sábado, 19 de febrero de 2011

Despertares

 
        Hay despertares, como el de hoy,  en que nada me haría más feliz, que el que usaras mi cuerpo a tu puro capricho.

domingo, 13 de febrero de 2011

Cada atardecer...


...disfruto ese momento en que mis manos untan en crema suave y aromática toda la superficie de mis pies cansados. Me gusta pensar que son tus pies los que mis manos recrean fortaleciendo y ornando tus huesos, pero, sobre todo, disfruto ese instante en el que imagino que son tus manos, las que coronan mis pies con sus mimos y desplegando en ellos la mejor de tus ternuras.

jueves, 3 de febrero de 2011

Insistencia

     Tardé años pero logré en un lejano atardecer fotografiar el rayo verde, pero ahora llevo toda la tarde sacando fotografías delante del espejo y por más que lo intento no consigo que salga el pajarito...

miércoles, 2 de febrero de 2011

No recuerdo el día...


       …pero sí esa sensación de íntima cercanía entre nosotros como fue el sentir, por primera vez, el contacto de tu mano con la mía. Fue el inicio de una nueva forma de comunicarnos, más rica que las simples palabras, que hizo fluir hacia la tuya ese calor que implica nuestra diferencia habitual de temperaturas. Nuestros dedos se degustaron entrelazados en variadas piruetas y se reconocieron mutuamente en sus formas y esquinas. Capté tus distintos lenguajes: tu presión firme que me sostiene, el roce etéreo de tus dedos que tan gratamente me estimula, el acogedor mimo de tus yemas que compiten con las mías en caricias.

            Desde entonces mi mano ha cambiado, no en aspecto ni en textura, sino en ese sentimiento de felicidad que le embarga. Ha perdido las ataduras invisibles que la encadenaban a la nada, porque sabe que cuando tiene necesidad de alguien, sólo tiene que estirarse esos centímetros que la separan de la tuya, para sentirse, para sentirme, totalmente llena de ti.