martes, 22 de marzo de 2011

Tus manos

       Me gusta detenerme en la contemplación sosegada de tus manos. Admirar las formas esculturales de tus dedos largos y esas rayas que atraviesan tus níveas palmas. Me seducen esas curvas que dan formas a tus perfiladas uñas y me deleito en esas venas que se adivinan vivas a través de tu piel.

     Disfruto saboreando el sabor de ellas, cuando al acercarlas a mis labios, alternativamente, voy haciendo desaparecer tus dedos en el hasta notar tu caricia en mis encías.

     Me gusta jugar con tus dedos, que pugnen en el aire con los míos, realizando cabriolas y acrobacias. Sentir su tacto y alimentarlas con mi calor, apretujarlas y hacerme a la idea, por unos instantes de que son una con las mías.

Disfruto cuando tus yemas recorren mi cuerpo y avivan en él estelas deliciosas que diseñan mis deseos. Cierro mis ojos, interiorizando así mi disfrute, cuando tus uñas con estudiada habilidad lamen mi piel arrancándome estelas de placer que se quedan enganchadas en mi memoria durante largo tiempo.

-¿Sólo te gustan mis manos?
-Bueno, también tienes alguna otra parte que está estupenda…

jueves, 10 de marzo de 2011

Yo, me, mí, conmigo,...

                
     Recuerdo muy bien, aquella época en que con mis dos coletas oscilantes,  aprendí  a recitar aquellos pronombres. Me resultaban, a la vez, conocidos del lenguaje habitual y extraños por agruparlos en aquella clasificación gramatical. Fue todo un avance el sentirlos como “muy míos”. La vida progresa y fui aprendiendo el nosotros-vosotros, en ese deseo de salir de mí hacia los demás, de mis pensamientos a los ajenos, de mis clarísimas ideas a ese difumino con que se cargan cuando se les somete al cuestionamiento de los otros. Mis hormonas tomaron formas elaboradas y empecé a descubrir el tú, te, ti, contigo… El encontrarle en medio de mis horas y mis días. Primero torpemente dando palos de ciego y recibiendo mis correspondientes palos, pero luego hubo un momento en que el se convirtió en el pronombre más maravilloso que podría haber soñado, sobre todo cuando se le aderezaba con el contigo. Pero las agujas del reloj siguieron avanzando y con ello mi aprendizaje pronominal, el se diluyó y el dolor recibido me impulsaba a hablar despectivamente de él. Nuevos tús más ingenuos que el primero, que dieron paso a toda una colección de ellos.
         Y ahora cuando los minutos ya han dado paso a los años y mi piel se ha hecho más rugosa que la de entonces, ya he aprendido y vivido todos los pronombres y estoy aquí tendida de vuelta de casi todo, aunque aún me queda espacio para los sueños, con los ojos cerrados y mi mano acariciando ese vello mullido de mi entrepierna mientras mis labios musitan lentamente: yo, me, mí, conmigo,…

miércoles, 2 de marzo de 2011

Dibujándote


             Fue un día de rezagada primavera, en que no tenía que trabajar y cogí el coche para ir a dibujar a una cala, que me gusta especialmente, porque cuando las olas, con sus rizos de espuma peinan las rocas emiten melodiosos y cantarines gorjeos. Llevaba mi  cuaderno y mi bolígrafo, mientras paseaba por aquellas arenas desiertas, cuando  al girar un recodo tras las rocas, la vi tendida boca abajo sobre tu toalla rosa.
                Contemplé el maravilloso espectáculo de tu cuerpo desnudo,  con brillos aceitosos que le arrancaba los rayos de sol y que rompía, bruscamente, la monotonía arenosa y plana de la playa y me senté junto a ella para observarla con detenimiento. Estaba inmóvil, sólo el movimiento de su respiración provocaba un sinuoso y sosegado movimiento que empezaba desde su nuca y serpenteaba por sus prietas nalgas hasta disolverse en las plantas de los pies. El aire agitaba graciosamente su flequillo negro.
                No me pude resistir y para empatizar con ella me despojé del bañador. Me senté, sintiendo en mi piel el cálido cosquilleo de la arena y empecé a capturar sus líneas sobre el papel. Hice un boceto de pocas líneas, tracé posteriormente su perfil, cuidando la perspectiva y cuando ya tuve trazada su figura me dediqué a darle vida mediante las sombras. Este rato es en el que más disfruté, era como si a medida que su figura iba naciendo en el papel la fuera haciendo mía. Tanto….que hasta alguna parte de mi cuerpo, ajena a la mirada de cualquiera, iba desarrollando su más firme aspecto, influenciado por aquellas líneas.
                Lo de ajeno a las miradas…era relativo, porque una de las veces que levanté la mirada de aquel dibujo ya casi terminado, descubrí el brillo de sus ojos, atisbándome curiosa, a través de su flequillo. A ello  le siguió una sonrisa por su parte y un desperezamiento, mientras me observaba curiosa. Se levantó de la toalla, mostrando una delantera que dejaba empequeñecida su belleza trasera y acercándose a mí, se agachó para contemplar sobre mi hombro el dibujo que le había hecho. Sentí el intenso olor del bronceador en su piel, ahora tan cercana a mi. Me dio un beso suave y me dijo una frase que fue el prólogo de una mañana inolvidable:
-¿Quieres que me tienda sobre ti como estaba  antes sobre mi toalla?
         Demasiado que no se me voló el dibujo con el viento que hizo después y puedo colgarlo aquí…