viernes, 27 de abril de 2012

Descansa tu mano


         Acerca tu mano, de dedos finos y uñas alegres, y pósala sobre la mía, abriéndola a todas las sensaciones que guardas en tu interior. Déjame reconocer a través de tus dedos el trinar sonoro  de tu corazón, que así se aproxima al mío, y me habla de ti, de lo que sientes y de tus más íntimos deseos…
            Que nuestros dedos se cosquilleen mutuamente, muy despacio, como gozoso prólogo del inminente estallido que provocará el choque de nuestras pieles, para que esa suavidad murmulle quedamente y se transmita por todo mi cuerpo. Déjame que agarre tu mano acogiéndola con la fuerza de la mía y dándote seguridad.  Vete relajando poco a poco, descansa tu mano y, a través de ella, toda tú, mientras te abandonas,  acunada por los hilos trenzados de mi cariño.
  Deja que nuestros dedos hablen de nosotros…ese retozar de yemas, esa caricia suave hará que nuestros sentimientos afloren y podamos pronunciar esas palabras que deseamos, mirándonos a los ojos.  Mírame…quiero reflejarme en tus pupilas mientras tus manos me acarician…mientras me deslizo suavemente entre blandas nubes de algodón.
            En medio de este sortilegio de hondas sensaciones, deseo sentir tu mano contra la mía, tus dedos hilvanando los míos…tus ojos penetrando en mi oscuridad… Deja que eso sea posible…
 (con la colaboración de Siam)

martes, 24 de abril de 2012

Como una cebolla


Como una cebolla, me dijiste que te acercabas a mí, sonriendo ante mi gesto perplejo. Llegaste precedida del olor de tu perfume que mezclado con el de tu piel envolvieron el ambiente en ese aroma tan peculiar con el que siempre logras turbar mi pituitaria. Desde luego de olor a cebolla nada, pero enseguida me aclaraste que era una comparación fruto de las múltiples capas de ropa con las que el frío reinante te había obligado a cubrirte.
Tus labios se acercaron a los míos en largo y húmedo contacto. Y percibí, como al punto, la temperatura te subió porque tu frente quedó brillantemente iluminada por gotitas de sudor. Tus dedos, con agilidad de pianista, deslavazaron el nudo de tu cinturón y tu abrigo cayó al suelo, con lo que tus formas empezaron a atisbarse. Luego fue el pañuelo el que resbaló en torno a tu cuello, hasta caer al suelo formando un garabato con pliegues. Tus brazos se alzaron en el aire, estiraste las mangas y fueron liberándose del jersey, Asomaste tu cabeza con los ojos luminosos y el cabello encrespado y admiré como tus pechos seducían hermosas formas en la tela de tu blusa, como queriendo escaparse de ella. Lentamente, perturbándome, tus botones separándose de los ojales fueron acrecentando las formas voluptuosas de tus pechos. La blusa quedó totalmente abierta, quedando tus pechos totalmente al aire y dejando al descubierto tu ombligo oscuro cuya forma angulosa parecía hacerme un guiño. Deslizaste la blusa por los brazos que se desplomó a tus pies, quedando expuestas tus desnudeces por encima de tus vaqueros azules.
Nos miramos y sin decirnos nada, los dos entendimos que necesitábamos más. Esta vez fueron mis dedos los que desataron el botón de tu vaquero, que quedó encastrado en las formas de tus glúteos, te ayudé a bajarlos… Y de la cremallera, abierta como la corola de una flor, surgió una  moldeada ringlera de vello oscuro que perfeccionaba tu preciosa raja, abierta entre carnosos labios, chispeante de brillos nacarados.  Mis labios deseosos de calmar su sed se acercaron a esos tuyos y fueron sorbiendo acompasados por el agitado cimbreo de tu cuerpo y tus entrecortados gemidos. Mientras saboreaba tus íntimas exquisiteces, me reiteraba en que aquellas no sabían, de ninguna manera, como una cebolla. 

sábado, 21 de abril de 2012

Deseando que me veas

      
    Quiero verte, pero sobre todo estoy deseando que tú me veas, pues hace mucho tiempo, demasiado tiempo, en que nadie derrama sobre mí la luminosa caricia de una mirada como la tuya.

sábado, 14 de abril de 2012

Re-besada


           Siempre me han gustado los besos, pero no cualesquiera tipo de besos. Me repelen esos besos sociales de saludos y adioses en caras que habitualmente evitas, esos otros  en que los labios, evitándose acercar, chascan en el aire o incluso los que llegan a contactar con la piel y a través de ella se percibe el tacto frío de quien está a tu lado pero con su ánimo ausente.
            En cambio me encantan esos besos que traslucen la alegría y el cariño de quien me los da, con los que alguien consigue aproximarse a mi corazón. Sentir en contacto con tu piel el calor ágil de esos labios iluminados por una leve capa de humedad. Sobre todo me gustan…¡los tuyos!
            ¡Qué momento tan maravilloso es ese instante precursor a tu contacto! Gusto cada milisegundo en que te acercas y todo mi cuerpo se estremece, preparándose para recibir tus ósculos. Y disfruto de ese definitivo instante en que, al fin, tus labios con la tierna levedad de una mariposa se posan sobre los míos. Intento averiguar el sabor de tus labios, siempre conocidos, siempre nuevos. Me dejo envolver por su humedad y los muerdo levemente comprobando su textura. Nos gustamos y unos y otros labios danzan mutuamente en un baile sin pies. Nuestras bocas se abren, nuestras lenguas se enroscan y bucean en esa hondura ajena tan húmedamente sensual.
            Pero lo  que más me gusta, cuando te estoy besando, es sentir cómo tu sexo, inicialmente, de aspecto mimoso y tierno, se va consolidando en atractivas formas y alzándose bruscamente hacia arriba como si quisiera olisquear mi ombligo. Te lo miro con ojos lúbricos y rebosa mi deseo por ti. Entonces te lo rodeo con mis manos mientras, un momento antes de derretirme, acercas tu boca a mi oído y me dices:
 -¿Sabes que eres lo más maravilloso que nunca me ha pasado?

martes, 10 de abril de 2012

No lo puedo remediar...


Cuando dejé de ser niña mis pechos crecieron y se redondearon. Al principio no tenía posibilidad de compararlos con otros y ello hacía que me parecieran “normales”, debido a esa habitualidad con que vemos lo propio cuando desconocemos lo de los demás. Pero cuando tuve la oportunidad de ir viendo pechos ajenos, me di cuenta que los míos, sin duda, eran peculiares. Su tamaño no es excesivo, aunque eso sí abrumadoramente esféricos. Mis aureolas tienen un color pardo brillante y son de tal tamaño que me ocupan casi todo el pecho destacando en su centro los que empezaron a crearme problemas: los pezones.
No, siempre no fue así,  sino que todo empezó a partir de un determinado día del que no puedo olvidarme. Estaba yo en la playa, tenía algo más de veinte años, de pronto el familiar  roce del bikini, se convirtió en una sensación muy diferente, era como si en vez de la tela, unos dedos invisibles empezaran a toquetear mis pezones. Noté cómo empezaban a cambiar de formas, se iban endureciendo y podía notar hasta los milimétricos surcos que se me iban formando en unos granulosos desniveles, a la vez empezaron a endurecerse mientras crecían desmesuradamente. Aquellos largos apéndices sobresalían tanto que, si no fuera por esa cierta presión de la tela hubieran quedado pendidos en el aire, sobresaliendo asombrosamente. Palpé “aquello”, con la yema de mis dedos, dotados de un cierto disimulo, y una especie de calambre, entre doloroso y placentero,  recorrió todo mi cuerpo. Miré la tela y era exagerada la presión del pezón sobre  ella, pareció querer atravesarla, me recordó a una serpiente que se meciera a los sones de la flauta de un encantador y pugnara por salir de la cesta.
Noté el rubor que encendió mis mejillas y rápidamente busqué el acogedor y pudoroso abrigo de una sudadera que tenía en la bolsa de playa, intentando ocultar lo indisimulable. Hacía un día de viento de levante con muchísimo calor, por eso a la amiga que me acompañaba, a quien no me atreví a contarle nada, le extrañó que me pusiera la sudadera a pesar de que casi me derrito en sudores. Transcurrida una media hora todo volvió lentamente a la posición inicial.
Desde entonces, sin avisar, me ocurría eso de vez en cuando, por lo que  siempre me acompañaba, indefectiblemente durante años, de un grueso jersey, incluso en verano. Hasta que un día… acudí a una entrevista de trabajo, dejé mis cosas junto a la secretaria y el director me hizo pasar al interior de su despacho. Tenía cara de cansado y es que, según me dijo la secretaria, era la número doce que acudía aquella mañana a la entrevista para aquella plaza. Mi currículum no era malo, observaba que ponía  cara interesada mientras lo leía, de pronto, levantando la vista del papel, me miró y al posar su vista por debajo de mi cuello, observé en su rostro un gesto de sorpresa mientras su labio inferior colgaba flácidamente por el asombro. ¡Otra vez! Se me estaban disparando los pezones y no tenía a mano el dichoso jersey… Intenté poner la cara más disimulada posible, una póker face, y fue entonces cuando sin quitarme ojo de “mis problemas”,  me sorprendieron sus palabras:
-¿Cuándo puede empezar a trabajar?
         En aquel momento “aquello” dejó de ser una contrariedad para convertirse en una inesperada arma y empezó mágicamente a ser una fuente de beneficios.  Aquellas extensas dilataciones, enfrentadas a las miradas masculinas, me reportaron elaborados piropos, más de una noche de cálidos revolcones e invitaciones a exquisitos menús. Criticada por algunas de mis amigas, no exentas de cierta envidia, por aquel espurio uso que hacía de mi delantera, yo siempre les respondía:
-Y ¿qué quieres que haga si no lo puedo remediar…?

lunes, 2 de abril de 2012

Pidiendo permiso

        Hoy le pido permiso a la vida para saborear un beso. No exijo mucho, ni elijo el tipo de beso ni reclamo que sea largo, me bastaría que durara lo que un suspiro. No es cuestión de tamaño, sino de un simple roce de labios sobre mi piel. Me resulta, a estas alturas, algo tan inaudito que su sola mención me trae evocaciones de eternidad. Que me lo dé cualquiera, eso sí que sea, al menos, con una leve humedad que le inculque vida y un brote aunque sea pequeño de ternura. Necesito ese beso desesperado, para aparte de por los latidos de mi corazón, tener algo más que me haga sentir viva.
         Hoy le pido permiso a la vida para saborear un beso… ¿y si no fuera posible… tal vez medio beso dado con el labio de arriba?