Su piel aparentemente era como cualquier otra. Se enfriaba y amorataba con el frío, se abrían sus poros y fluía el sudor con el calor. Se estiraba por las mañanas y se apaciguaba cuando el sueño la cubría con su sombra. Se disparataba en risas con las cosquillas y se humedecía con las lágrimas. Aparentemente como todas...pero le faltaba algo... Era incapaz de disfrutar las caricias!
Ella no sabía el por qué, pero tenía la larga y repetida experiencia de verse envuelta en caricias sin sentirlas. De ver como aterrizaba sobre su epidermis besos tenues y anhelantes de despertarla, pero sin conseguir crearle cualquier cosquilleo. Labios lúbricos impregnados de humedad que iban al encuentro de los suyos con una lengua que cuando se introducía en su boca se encontraba perdida debido a su gran apatía. Dedos que se agitaban , primero con estudiada lentitud y suavidad, luego con una mayor intensidad, intentando provocar una respuesta que nunca llegaba. Pocos y siempre dolorosos embates del sexo ajeno, cuya imagen erecta le asustaba y su proximidad le provocaba dolor en vez de ser capaz de despertar su melodía interior.Todo ello la envolvía en una cierta desazón y desesperanza, de no ser capaz de compartir lo que ella intuía, pero no sentía, como algo placentero.
Pero un día, no recuerda cómo, lo conoció a él. Se empezó a sentir a gusto con él, tanto que su cercanía le agradaba, aunque su proximidad, con su dolorosa experiencia, le asustaba. Él empezó a darse cuenta del problema que ella tenía y cuando enfrentaron sus desnudeces él las revistió de paciencia. Sin prisa aparente, pero con agudeza él esculcó en aquel cuerpo, que tanto le seducía y no le respondía, hasta encontrar el cabo del hilo. Un hilo del que, con caricias repetitivamente dulces, fue tirando de él. Descubriendo de ella aquellos recovecos, más sensibles, a cuyas hábiles caricias no pudo resistirse.
Poco a poco, aquella piel, gracias y con él fue descubriendo el cosquilleo de nuevas sensaciones. Eran sensaciones desconocidas, que se iban acelerando, crecientes y que le hacían sentir tan a gusto que provocaban algo en su interior que le pedía más. Pronto el gusto por la piel de él se transformó en un ansia que le hacía desearlo, sentirlo por entero, hacerlo suyo como nunca había hecho con nadie. Por eso, la primera vez que vio su verga enhiesta, con sus venas dilatadas y teñida de un color apretadamente morado, paradójicamente la temió y, a la vez, la deseó con todas sus ganas. El impacto fue más leve de lo que suponía y enseguida empezó a gustar el roce de cada uno de sus milímetros en aquella oquedad suya,siempre tan tradicionalmente cerrada. Los movimientos de él hacía que fluyera con soltura allí dentro, mientras ella la abrazaba sin brazos y su excitación iba creciendo en dimensiones nunca vistas. Un extraño calambre recorrió todo su cuerpo hasta extenderse por cada una de sus células, provocándole una desusada agitación y escuchándose unos gemidos incapaces de silenciar que terminaron en un largo grito. Mientras ella se desplomaba sobre las sábanas, sintió en su interior una catarata que la llenaba, mientras ambos se fundían.
Fueron unos minutos o quizás sólo fue un instante, la mente de ella por primera vez quedó en blanco o era iluminada? Y supo, entonces, que aquellas sensaciones, una vez conocidas, que habían brotado de su interior nunca más volverían a morir y ello hizo que una sonrisa iluminara su cara como nunca lo había hecho.