domingo, 25 de marzo de 2012

Olores urbanos

             Caminábamos por la calle, en una tarde bulliciosa de primavera. La buena temperatura había expulsado a la gente de sus casas, con lo que se hacía complicado hasta dar un paso. De pronto mi nariz, como si aparentemente se hubiera estirado, empezó a percibir un extraño amasijo de olores. El olor a torrijas que alimentaba el aire por el que parecían circular calorías. Los vapores de incienso de una tienda cofrade. El aroma que traspasaba la puerta del bar del café de media tarde. Los perfumes primaverales de las mujeres con que me cruzaban, mezclado con ese otro olor que denotaba que aquellos vestidos de escuetas telas estaban recién sacados de los armarios. Y la explosión silenciosa del azahar que salpicaba los naranjos que se alineaban en la acera, junto con ese aroma tan próximo a mí y tan tuyo. Tal cúmulo de sensaciones en mi nariz, produjo una peculiar e instantánea excitación del resto de mis sentidos.

-¿Cómo sientes tú, que padeces anosmia, todo lo que me provoca esta borrachera de olores que nos rodea?- te pregunté con curiosidad.
-Mira- y me señalaste tu brazo con tu epidermis sensiblemente erizada, no precisamente por el frío, donde tu pelusilla rubia se erguía como minúsculos estandartes.
               
           Acaricié la llamada de aquella piel con las yemas de mis dedos y entonces fue cuando me diste un tirón de la mano, arrastrándome hacia el interior de una casapuerta oscura. En un instante me encontré contra la pared, rodeado por tus brazos y con tu lengua, melosa, primero dibujando mi cuello con la punta de tu lengua y después esculcándome con ella, como si intentaras arrancar sabores del interior de mi boca. Me sentí inundado por ti, apagándose el resto de mis sensaciones, y me di cuenta que tu carencia de olfato acentuaba, ¡y de qué manera!, otras facetas aparentemente apaciguadas de tu sensibilidad. Lo pensaba mientras, tras un complicado forcejeo con mi cremallera, yo te ahondaba por tus abajos, mientras me sentía cálidamente acompañado por ese jugo que manaba vivamente de tu interior.

1 comentario:

  1. Bonitos escritos... los leeré todos!
    Lo que describes me recuerda tanto a Córdoba.
    Me encanta Córdoba, qué recuerdos!
    Un beso.

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