Nunca entendía, el por qué tras saltar de la cama y abandonar el calor acogedor de mis brazos, lanzabas tu cuerpo desnudo hacia la ducha. “Es para disolver mi olor a sueño”, me decías. “Pero…si a mí me gusta…” te decía, mientras desaparecía tu melena agitada al aire tras la mampara de la ducha.
Pero hoy estás muy lejos, un gran océano se abre entre nosotros y el añadido de esas ocho horas de diferencia, parece que convierten nuestras cotidianeidades en algo difícil de ensamblar. Hace un rato que comí y me tumbé en la cama para descansar un rato de siesta. Y en ese rato antes de que el sueño me invada, pienso en ti…y la nostalgia me invade. Echo de menos el posado suave de tus labios sobre los míos y el acomode de las formas de tu cuerpo en el interior del mío, pero sobre todo tu olor a sueño…ese olor de toda una noche que asciende a mi nariz hablándome de tus interioridades. Necesito ese olor a sueño, espero que me hayas hecho caso en el correo que te mandé esta mañana y hoy al despertar tú, lo que coincide justo con esta hora, no te hayas duchado. Asómate a la ventana, mira hacia el mar y seguro que la brisa de los alisios no tardarán en arrancarte tu olor a sueño y, a la velocidad de un rápido sms, traérmelo hasta aquí, hasta mi cama.
Lo hiciste…, ya capto tu olor, me invade un plácido letargo y ese olor a sueño empieza a formar parte de mis sueños. Noto cómo tu mano se agarra a la mía, mientras el agua, de ese océano que nos separa, desaparece como abducida hasta permitirnos pasear juntos. Y ahora disfruto de ti como si estuvieras a mi lado. El despertador me indica que es la hora de levantarme pero apagándolo de un manotazo sigo paseando contigo disfrutando, como nunca, de tu olor a sueño…
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