Te recoges sobre ti misma, desprovista de telas y exponiendo al aire tu piel ahíta de deseo. No tienes nada, ni tienes a nadie y te envuelves como una esfera, queriendo ocupar el mínimo espacio en el mundo, mientras cierras los ojos y quieres volar a aquel lugar donde no pueden conducirte tus piernas. Tus risas forman parte de los recuerdos, sus caricias, dejando aún huella en tu piel, ya están prácticamente olvidadas. Te parece imposible que en algún momento tocaras con tus dedos la felicidad y hoy esa compañera, que aparece intermitente en tu vida desde la adolescencia, la soledad, se haya aferrado con sus garras fieras a lo más hondo de tu corazón.
Lloras como muchas veces lo has hecho dejando que tus lágrimas resbalen en canales fluidos por tu cuerpo, hasta empapar tu sexo, extremadamente seco por la ausencia. Sigues llorando, hasta que son tantas tus lágrimas que tienes que mover tus piernas y brazos, nadando, para no terminar de hundirte. Entonces, en un último intento, sacas la cabeza, abres los ojos y respiras profundamente...
Quién no se ha sentido así alguna vez? con ganas de desaparecer, ahogado en la tristeza por un amor perdido.
ResponderEliminar