miércoles, 26 de enero de 2011

Hoy toca que me toque


         Abrió sus ojos de buena mañana y a pesar del sueño percibió su mirada alegre. Ya había llegado el día… Llevaba un año saliendo con Úrsula. Un noviazgo “a distancia”, porque aunque se veían todos los días durante  tres o cuatro horas, ella había hecho todo lo posible por mantenerlo a distancia física de ella. A él se le hacía aquella peculiar relación cuesta arriba y, a pesar de estar dichoso por todo lo que recibía de ella, echaba de menos el contacto físico, limitado a un cogerse de la mano cuando paseaban y a la insoportable levedad de unos tenues besos. Una semana antes ya no pudo más y en un arrebato entre sincero y desesperado se lo dijo: ¡Necesito que me toques!
            Úrsula abrió sus ojos con asombro cariñoso y le dijo que si tanto lo necesitaba ella estaba dispuesta a colmar esa necesidad de que le tocara, tenía que mentalizarse y prepararse, ella calculaba que podría suceder en una semana. A él le sorprendió aquella facilidad,…pero mucho mejor! Y, al fin, había llegado ese esperado día.
            Subió los escalones de la casa de Úrsula con un alborozo que creía perdido y no pudiendo resistir su reconocida paciencia, que emergía por esa parte del cuerpo en que suele ser habitual en este caso. Ella, hermosísima la vio, le franqueó la puerta y cogido de la mano lo sentó en un cómodo sillón de su salón. Él cuidaba sus modales al máximo para no enturbiar la magia de aquella escena. Ella salió un momento y cuando volvió lo hizo desnuda, con lo que por primera vez el pudo contemplar la belleza sin par de aquella nacarada piel. Sus nervios empezaron a agitarse a mayor velocidad…
            Volvió a sentir los pasos descalzos de ella que se acercaban y ahora…¡traía un violín en la mano! Se puso de pie delante de él y empezó a tocarlo, extrayendo de él una maravillosa melodía. Pero si dicen que la música amansa las fieras, en este caso no ocurrió así, los ojos de él se abrieron inconmensurablemente por el asombro y su rostro pasó por varias tonalidades diferentes, mientras sonaba aquella dulce música tocada con inusual destreza. Cuando terminó de tocar le dijo: ¡Era una sorpresa, pero te vi con tantas ganas de que te tocara algo que no pude retrasar el tocarte algo de lo que estoy aprendiendo en mis clases de violín...¡qué mala cara se te está poniendo!
            Tuvieron que salir corriendo para Urgencias y Úrsula desconoce lo que le pasó, que desde hace tres meses él no es capaz de articular palabra.

martes, 25 de enero de 2011

Silencio

          
              Disfrutaba preparándose para la llegada de él y la pura alegría que le invadía la mostraba entonando una vieja canción con su melódica voz. Se masajeaba la cabeza con estudiada suavidad mientras la espuma se abría paso por sus rizos elaborando dibujos desvaídos a medida que descendía por su piel.
-Shhhhhhhhhhhh
…le pareció escuchar a través de la caída intermitente de las gotas de agua en la bañera. Cerró el grifo y mimó despacio todo su cuerpo con la toalla. Estiró sus brazos en el aire y salió ágilmente de la bañera.
-Shhhhhhhhhhhh
…volvió a escuchar ese ruido, mientras veía en el espejo su rostro de gesto deseoso. Se pintó los ojos, sin prisas, y luego pulverizó gotas de su perfume por aquellos de sus rincones en los que él gozaba tan especialmente. ¿Cómo le sorprendería hoy? Siempre encontraba la forma de sorprenderla. Ahora escuchó con más nitidez:
-Shhhhhhhhhhhhh
            Parecía que le estaba imponiendo silencio, una sombra oscureció el hueco de la ventana y una serpiente con la lengua agitada apareció a través de ella. ¡Qué imaginación! Hoy acudía a su cita en forma de serpiente. Una sonrisa alumbró su rostro al sentir el tacto escamoso del ofidio recorriéndola. La serpiente resbaló por todo aquel cuerpo a lo largo y ancho, como si estuviera haciendo un previo reconocimiento y luego empezó a rodearla. El ardor de ella empezó a crecer a medida que mayor cantidad de su piel era rodeada por aquella peculiar caricia. Su corazón empezó a acelerarse, mientras todo su cuerpo se sacudía en el aire a pesar de la presión de los grandes anillos del ofidio. La escueta mata de pelos, que guardaba entre sus piernas, comenzó a instilar gotas placenteras, hasta que una excitación violenta la alzó a la más alta cima que ella recordaba. Justo en ese momento, la boca de la serpiente, presidida por su lengua bífida, se abrió hincando sus colmillos en su perfumado cuello desnudo. La intensidad del dolor y el placer se confundieron en el mismo instante, dejándole, antes de que todo se le convirtiera en oscuridad, una última décima de segundo de lucidez en la que fue consciente de que aquella serpiente no era a quien ella estaba esperando
-Shhhhhhhhhhhh – escuchó, antes de cerrar para siempre los ojos, por última vez.

miércoles, 19 de enero de 2011

Edad de jubilación

  
          ¡Qué ganas tengo de que aumenten la edad de jubilación! Qué manía tiene la gente con jubilarse antes… ¿para qué? ¿para irme a jugar al dominó en el hogar del pensionista? Yo pienso ir a trabajar todo lo que pueda. Porque si me jubilara ¿Cómo iba a tener yo esa imagen que me alegra la mañana y que se repite todos los días,  de mi secretaria, que se desnuda, para tomar nota, con la excusa de que hace demasiado calor en mi despacho?



lunes, 17 de enero de 2011

Desperezándome


Desde por la mañana desperezo al aire mis deseos por ti. Mis articulaciones se desbrozan y mis poros se estimulan preparándose a tus sensaciones. En mi cuerpo que se semeja, cuando está solitario a la tierra seca, brotan tallos verdes y florecen colores de primavera con sólo recordar tus caricias.
            No resisto más el vivir con tu ausencia y mis pechos codician el calor de tus besos para escalar a esas alturas a las que sólo tú eres capaz de ascenderme. Echo de más ese instante en el  que llegarás a mi lado y tu cuerpo fuerte y hermoso se desparrame por todos mis rincones y me culmines horadando placentera e insistentemente esa abertura mía, que anhela envolver al más duro y apetecible de tus apéndices. Dame tu ti, que no dudes que te daré mi todo.

jueves, 13 de enero de 2011

Escribiendo sobre mí


         Siempre me ha gustado tu forma de escribir, esas historias que surgen de tu cabeza y que tus manos plasman sobre el papel. Desarrollas una gran habilidad para que tus líneas escritas arrullen mis sueños, por eso las espero con esa avidez con que la tierra reseca aguarda a la lluvia tras el verano.
          Escribe algo para mí, te dije deseosa de que tus letras, aunque fueran por una vez, se convirtieran en egoístas,  en sólo mías. Tus ojos resplandecieron, asintiendo con la cabeza y diciéndome: escribiré un poema sólo para ti.
         Quedamos en tu casa, no olvido el momento, fue en un atardecer en que la luz tenue atravesaba los visillos de tu ventana y un mimoso silencio acompañó mis pasos al interior de tu dormitorio. Te acercaste a mí y con ligeros movimientos fuiste desprendiéndome de mis ropas. Fui a hablar pero un gesto de tu dedo en los labios me impuso silencio. Ya sin nada sobre mi piel contemplaste mi desnudez con ojos regocijados y colocaste mis rodillas sobre la cama haciendo que mis brazos descansaran también, mientras mis pechos oscilaban en el aire, entrechocándose entre sí.  A pesar de sentirme cómoda, noté en mis nalgas una cierta tensión,  que se disolvió cuando sentí cómo tus labios depositaban un beso en ellas.
                Me mostraste un rotulador negro y, al punto, empecé a notar como lo ibas deslizando, mientras escribías, sobre mi piel. Miraba al espejo que tenía enfrente y te veía ensimismado en la escritura y simplemente imaginar lo que de mí veías, provocaba que se erizara toda mi superficie. Gocé como no imaginas, sintiéndome marcada por la flecha de tu inspiración y aquel fluir del rotulador superaba en calidad al más intenso de los masajes. No es extraño que todo mi cuerpo se fuera sacudiendo levemente por la excitación, hasta el momento aquel, en que al finalizar el poema, pusiste el punto final en ese resquicio carnoso que atisbabas entre mis dos piernas, justo cuando una gota manaba, que atrapando aquel punto negro, dejó una sombra negra en tu colcha, con el que a partir de ahora, cuando no esté contigo no te olvidarás de mí.

viernes, 7 de enero de 2011

En mi soledad


        Busco en mi memoria restos de ti y a medida que transcurren los días noto como se anquilosan mis recuerdos: la melodía única de tu voz, el olor almizclado que emanaba tu cuerpo, la tersura siempre nueva de tu epidermis... Mi piel, totalmente anhidra ya de tus caricias, parece desencajarse como si fueran las piezas de un puzzle que ansían la destreza de tus dedos para recolocarlos en sus sitios.

            Nunca pensé que pudiera sobrevivir así a tu ausencia y seguir deambulando, como quien lo hace con un puñal lacerante en el corazón. ¡Qué difícil es despertar cada mañana ahogado en soledad, asfixiado por la querencia de tus besos jugosos que hermoseaban mi ánimo en cada amanecida! ¿Cuánto tiempo me regalara el reloj de mi días para sobrevivir a tu ausencia?

              Tengo que buscar las mil maneras de atraerte hacia mí, aunque no estés. Empezaré ahora con esta copa de vino. Bebo un sorbo a tu salud y luego la giro muy despacio para que gota a gota caiga sobre mi pubis, fluyendo por sus líneas invisibles hacia esa hondura que me adornabas con ternura. Ya siento como se va empapando...me recuerda tanto a esa humedad que tú me provocabas en ese lugar...

sábado, 1 de enero de 2011

Sueño...


… con ese momento de estar a tu lado, en que podamos apartar, al abrazarnos, ese aire que habitualmente nos separa.  Sueño con olvidarme de todo porque sólo me acuerde de ti, mientras tu cuerpo desnudo se posa sobre el mío, cubriéndome con su calidez.  Sueño con disfrutar sobre toda mi piel tus caricias vivas y tiernas, que despeinan mis cabellos y arañan mi barba con ese mimo con el que sólo tú sabes tratarla. Sueño con tus besos, con el contacto largo y húmedo de tus labios que me buscan y hallan los míos sin descanso ni sosiego. Sueño con que esos labios se despisten hacia mis pechos y los saboreen a través del vello que lo corona. Sueño con que en mi boca se pierdan esos rígidos promontorios aureolados de tus pechos para que pueda extraerles sus más apetitosos sabores. Sueño con descubrir tus nalgas, masajearlas y recorrerlas despacio, mientras la tientan las yemas de mis dedos. Sueño con que tus piernas se abran en V y me brindes la más hermosa de tus interioridades, primero para saborear el más sabroso de tus fluidos y segundo para inspeccionarla con mi sexo en un mutuo intercambio placentero. Sueño con que quedemos exhaustos y que te duermas sobre mi pecho, mientras mi brazo te rodea, te acerca a mí y al oído musito cuánto te quiero.