viernes, 18 de noviembre de 2011

Los orbitales del hidrógeno


Era mi segundo curso en la facultad. Esperábamos al profesor de Química-Física y entonces fue cuando apareció Cinthya, embutida en una bata blanca que contrastaba con su piel brillantemente negra. Era guineana y nos había precedido en la facultad años antes siendo profesora desde este curso. Sus curvas generosas se adivinaban a través de la bata. Y la tiza blanca entre sus dedos negros resbalaba ágilmente por la pizarra, el encerado le llamaba ella, mientras escribía el complejo desarrollo de la ecuación del átomo de hidrógeno. Sus labios bisbiseaban un poco cuando decía protón o electrón.  Yo aún con medio cuerpo en la adolescencia, ante tal cúmulo de sensaciones me distraía con facilidad de aquella compleja explicación.

 De pronto hubo un momento crítico, acababa de escribir en la pizarra una integral de sinuosas formas y volvió su cabeza para hablarnos de los orbitales, enfrentando a nuestra vista sus sendos orbitales. Aunque eso no fue lo peor, en sus centros, presionando con fuerza, sobre la bata blanca pude ver como destacaban sus pezones. Probablemente fuera más mi calenturienta imaginación que la vista, pero me parecía adivinar hasta las minihonduras de sus rugosidades. Mi escasa atención en aquel desarrollo matemático se detuvo en aquella igualdad y desde entonces mis ojos no pudieron separarse de aquellas visibles prominencias como los de un capitán de barco de la luz del faro en medio de la niebla.

A partir de entonces y durante el resto del curso, las ganas que tenía de asistir a las clases de Cinthya eran inversamente proporcional a la atención que prestaba a sus explicaciones. En cuanto entraba en el aula mis ojos se posaban en aquellas perturbaciones y eran incapaces, ni tan siquiera, de pestañear. Una extraña ansia me embargaba: la de ver cómo eran, su forma, su color, su rugosidad….y aquella imposibilidad me hizo caer en una astenia que me hizo adelgazar varios kilos y en una ignorancia tal de aquella asignatura que el día del examen final, como un autómata, sólo atiné a hacer dos redondeles sobre el folio y en  el centro dos puntos, parecía que había dibujado dos huevos fritos y como no sabía cómo arreglar aquel desaguisado, escribí debajo: orbitales del hidrógeno.

Saqué un cero en aquel examen, pero optimista hasta la insensatez, pedí revisar el examen, más para acercarme a ella que por la esperanza de subir nota. Cuando entré, me resultó diferente a su imagen habitual, pues la bata la tenía en la percha y tenía puesta una cazadora vaquera levemente abotonada en el extremo inferior, que exteriorizaba un gran porcentaje de sus, más que orondos, pechos, que pugnaban entre sí para respirar aire del exterior. Sólo había puesto una nota en rotulador rojo sobre mi examen, en grandes letras mayúsculas: ¡ESOS ORBITALES NO SE PARECEN EN NADA  A LOS DEL MODELO ATÓMICO DE BOHR!

Coloreado todo mi cuerpo por el rubor, no musité palabra alguna. La miraba con mis ojos abiertos como los de un búho y con cara de póker. Un leve giro de su cuello para coger el rotulador hizo que uno de aquellos pechos se librara de la intensa presión que sufría y dejara al descubierto un pezón desperezado que resaltaba sobre una gran aureola de un color marrón intenso.

Al menos te he visto un cierto interés, me dijo mientras sustituía en mi examen el 0 por un 1. Yo salí del despacho con la sonrisa más estúpida que pueda imaginarse. Mis compañeros que me esperaban en la puerta se extrañaron de que me produjera tanta alegría un simple 1…

domingo, 13 de noviembre de 2011

¿Dónde se ocultan?

           
          ¿Dónde se quedan esos besos que crecen, instigados por el deseo y la ternura, pero sobre todo marcados por la nostalgia, cuando en mi despertar tú estás lejos? Abro los ojos despacio como si por arte de magia, de pronto, te fuera a ver a mi lado. Pero no, tu rincón de la cama sigue vacío y en la sábana dibujados unos pliegues que parecen acomodar la ausencia manifiesta de tu cuerpo.
             Te sueño porque te necesito en este momento y es la única forma de tenerte y percibo la humedad de mi saliva en el interior de mi boca, anhelando ese sabor dulzón de la tuya. Todo mi cuerpo se agita provocando múltiples besos, que se van apretando y chocando entre ellos, que se quejan porque no son capaces de salir hacia ningún lado y que avivan mi ansia de ti.
            Al rato todo se sosiega, a la vez que pongos mis pies descalzos sobre el suelo, aunque sigo pensando en dónde habrán quedado esos besos. Tal vez, en esa ola húmeda que acompañará a mis labios la próxima vez que se posen sobre los tuyos, se liberarán mucho de esos besos que hoy se quedaron escondidos en mí,  quién sabe en dónde.

martes, 8 de noviembre de 2011

Cazando tus instantes

                
               Han llegado tus fotos a mis manos. Esos papeles en el que se dibujan tus ojos chispeantes adornados por una sonrisa en un gesto estático, que  luce atrapado en un rectángulo, y que servirá para refrescar mi memoria. Siempre me gustan esas imágenes que me hablan de ti, aunque te propongo que para la próxima vez me dejes convertirme en tu fotógrafo.
                Tranquila, no tendrás que posar para mí, ni buscar en tu catálogo de sonrisas o preparar el mejor de tus peinados. Simplemente aguantarme a tu lado durante todo el día, siguiéndote con mi cámara de fotos. No quiero atrapar tus poses, sino cazar esos instantes que conforman tu vida. Esos gestos que atrapados en el aire, parece que van a continuar cuando los contemple en un movimiento interrumpido.
                Quiero fotografiarte dormida, con tus pelos revueltos y captando tu respiración sosegada. Detener tu desperezo cortando el aire y también ese otro momento en el que tu pie derecho toca el suelo, mientras el izquierdo flota. Acompañar tu desnudez y retratarla doble con ayuda de tu espejo. Durante tu ducha, inmovilizar las gotas de agua rebotando sobre tus pechos y posteriormente ese otro gesto de tu cabeza agachada de pelos chorreantes cuando intentas secar tus pies. Te fotografiaría mientras acomodas tus pechos en el sujetador y cuando termines tu arreglo con esa raya fina sobre tus párpados.
                Paralizaré en el aire tu zancada rápida cruzando la calle y en  ese instante en que el viento dobla tu paraguas o cuando espontáneamente te reflejes en el escaparate. Atraparé tu cara pensativa en tu trabajo, tu sonrisa al teléfono con el bolígrafo en las manos y tu rictus de cejas fruncidas cuando te suceda algo no gustoso.
                El reflejo del vaso, mientras bebes, difuminará tus labios y cazaré tu cuchara en vuelo hacia tu boca cuando comas.
                Plasmaré tu vuelta a casa cuando lanzas por el aire en reiterada pirueta tus tacones y ese gesto  en el que, derrotada tras todo el día, te tumbas intentando diluir sobre el sofá tu cansancio. Retrataré nuestras manos unidas, apretadas entre sí, mientras te conduzco sin resistencias hasta la cama. Fotografiaré de cerca cómo tus dedos desabrochan mis botones y otra por detrás en que se observe la línea de tu espalda descendiendo vertiginosamente hasta volverse en tus nalgas sobre sí misma. Sacaré un primer plano de tu pezón rugosamente endurecido e incluso quisiera fotografiarte en ese momento en el que habito rítmica e intensamente tus honduras y cuando tus ojos cerrados y esos gemidos que desembocan en tu “petite mort”,  diseñan el mayor de tus disfrutes.     
Tras ese largo día pondría todas las fotos ordenadas en álbum y al hojear sus páginas me llegarían retazos vividos de tu vida. Sólo una foto me faltaría y no podría hacerte: la de tu rostro triste, tras esos minutos en el que un “hasta pronto” me aleja de ti.

jueves, 3 de noviembre de 2011

¿Mimosa yo?


¿Dices que soy mimosa porque…
….cada mañana me gusta abrir los ojos y despertarme acurrucada entre tus brazos?
…cuando me ducho me estremezco al sentir tus manos jabonosas espumando mi cuerpo?
…me acuerdo de ti cada vez que encuentro esas rosas que vas dejando en mi camino cotidiano?
…cuando me miras me haces sentirme guapa?
…aunque dedico mucho tiempo a peinarme, disfruto cuando me despeinas?
…tus “te quieros” siguen alborotando continuamente mi corazón?
…cada vez que nos reencontramos me gusta sentirme  insistentemente hermoseada por la ternura de tus besos?
…cada día me siento más vacía de mí y más llena de ti?
…tus pasos acompañan siempre a los míos, incluso cuando estás lejos?
…disfruto mirándote cuando duermes, te duchas, comes, caminas, sonríes, te excitas, te desnudas, comes, me provocas, me buscas, me amas…?

Sí, pensándolo bien, puede que sea algo mimosa…

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Ocasiones

   
    Hay ocasiones, tanto en el sexo como en la vida, que comienzan provocando dolor y que se acaban, incluso, disfrutándolas con sumo gusto.