sábado, 24 de diciembre de 2011

Olor a sueño


          Nunca entendía, el por qué tras  saltar de la cama y abandonar el calor acogedor de mis brazos, lanzabas tu cuerpo desnudo hacia la ducha. “Es para disolver mi olor a sueño”, me decías. “Pero…si  a mí me gusta…” te decía, mientras desaparecía tu melena agitada al aire tras la mampara de la ducha.
            Pero hoy estás muy lejos, un gran océano se abre entre nosotros y el añadido de esas ocho horas de diferencia, parece que convierten nuestras cotidianeidades en algo difícil de ensamblar. Hace un rato que comí y me tumbé en la cama para descansar un rato de siesta. Y en ese rato antes de que el sueño me invada, pienso en ti…y la nostalgia me invade. Echo de menos el posado suave de tus labios sobre los míos y el acomode de las formas de tu cuerpo en el interior del mío, pero sobre todo tu olor a sueño…ese  olor de toda una noche que asciende a mi nariz hablándome de tus interioridades. Necesito ese olor a sueño, espero que me hayas hecho caso en el correo que te mandé esta mañana y hoy al despertar tú, lo que coincide justo con esta hora, no te hayas duchado. Asómate a la ventana, mira hacia el mar y seguro que la brisa de los alisios no tardarán en arrancarte tu olor a sueño y, a la velocidad de un rápido sms, traérmelo hasta aquí, hasta mi cama.
            Lo hiciste…, ya capto tu olor, me invade un plácido letargo y ese olor a sueño empieza a formar parte de mis sueños. Noto cómo tu mano se agarra a la mía, mientras el agua, de ese océano que nos separa,  desaparece como abducida hasta permitirnos pasear juntos. Y ahora disfruto de ti como si estuvieras a mi lado. El despertador me indica que es la hora de levantarme pero apagándolo de un manotazo sigo paseando contigo disfrutando, como nunca, de tu olor a sueño…

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Tus ojos...

      
 Me encantan tus ojos. Cobijados al abrigo de tus pestañas coronan tu rostro. Me gusta cómo me miras, cuando me contemplas,  cuando lo haces con deseo o cariño y cuando vistes con ellos, mimosamente,  todas mis desnudeces.  No dejes de mirarme descarada e iluminadamente como sólo tú sabes hacerlo y nunca me faltará ese aliento de tus fanales luminosos conque cada mañana regalas mi día.

viernes, 9 de diciembre de 2011

Elipse


            Sus primeros movimientos fueron torpes, no supo por qué se acordó  en aquel momento del hijo de su vecina que estaba aprendiendo a andar. Desplegó sus dedos con inicial torpeza hasta que al contacto con aquella epidermis que le era tan novedosa como suave, adquirieron una entusiasmada vivacidad, sobre todo cuando vio cómo le miraban sus ojos luminosos. A medida que pasaban los minutos ganaba en espontaneidad y en un dinamismo azuzado por aquellos besos jugosos que los labios de ella iban dibujando sobre su deseosa piel.    

            Gozaba de una paradójica sensación, nerviosa y sosegada al mismo tiempo. Le resultaba original y excitante el acariciar esos pezones ajenos, oscuros y destacando sobre sus enormes prominencias en el centro de unos círculos de forma caprichosa. Disfrutó al sentir los dedos largos de ella esculcando entre sus piernas y robándole agradablemente la humedad que manaba placentera y parecía saborear su entrepierna.

            Acomodaron sus cuerpos formando una elipse gustosa donde el contacto entre sus pieles se multiplicaba. Se miraron a los ojos y unas risas nerviosas escaparon al unísono de sus bocas. Parecemos adolescentes, le dijo ella. Es que en cincuenta años es la primera vez que estoy tan enamorada, le contestó, mientras la rodeaba con sus brazos y la apretaba contra sí, mientras sus pechos se besaban entre ellos.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Sicosis

         
          El final de la película coincidió con el comienzo de la nevada al otro lado del cristal. Apagó la televisión anudando con fuerza el cinturón de la bata, como si con ello quisiera expulsar la sensación de inquietud que le había ido invadiendo. Una desasosiego que se acrecentó con el the end y fue consciente del silencio que le rodeaba y de que hoy estaba sola en casa. Le gustaba ver nevar cuando estaba en casa, pero hoy no se atrevió a acercarse a la ventana pues la negrura de la noche le azuzaba su intranquilidad. Precisamente hoy que había visto Sicosis se le ocurre a su marido quedarse bloqueado por la nieve…

            Entró en su dormitorio y cerró la puerta como si quisiera librarse de una amenaza externa para darse una ducha, deseando que el agua caliente sirviera para disolver todos sus temores.  Se desnudó y al contacto del aire con su cuerpo desnudo, sintió un escalofrío que recorrió su cuerpo de pies a cabeza. Sintió erizarse el vello de su piel y endurecerse sus pezones como consecuencia de un automatismo termal. Se pasó sus dedos por ello y, como si fuera una ráfaga, sintió como crecía en su interior el deseo por él. Un deseo que hoy se frustraría y aparecía aderezado de temor. Abrió el grifo de la ducha y dejó caer aquellos manantiales cálidos que empezaron a recorrer su cuerpo. Su pelo chorreaba perdiendo sus formas, desplomándose sus puntas sobre su cuello.  Su mano libre empezó a extender el agua por su epidermis, como queriendo alimentarla de la calidez vivificante que le producía.  Se agachó arqueando sus piernas para facilitar la entrada de sus dedos en su oquedad, cuando de pronto sintió un ruido…

            Sí, había sido un golpe seco. Cerró el grifo y aguzó el oído, pero no volvió a escuchar nada. Supuso que sería causa de su imaginación, hoy especialmente calenturienta, e iba a abrir el grifo, cuando otro sonido la detuvo.  Sí, no había duda. ¿Se habría colado alguien en la casa? Su cuerpo empezó a temblar de manera casi imperceptible, mezclándose frío y miedo. De su imaginación no se quitaba aquella cortina en blanco y negro de la película  y aquel instante súbito en que detrás de ella aparece una mano empuñando un cuchillo.

            De nuevo otro golpe, esta vez fue la puerta del dormitorio al cerrarse. Atenazada por el miedo quiso chillar pero de su garganta sólo salió un grito silencioso. La luz se apagó, dejó de ver la cortina aunque sintió la agitación leve de ésta al descorrerse y un bulto negro cayó sobre ella. Sus manos fuertes agarraron sus brazos y en pocos segundos inmovilizaron su cuerpo. Ella quedó quieta, de todas formas no podía hacer otra cosa.  Quedó rodeada por unos enormes brazos peludos, cuando sintió la fuerza imponente de aquella dura prominencia, que se coló entre sus piernas sin pedirle permiso. Se sintió como si fuera horadada hasta la mayor de sus profundidades y su inicial estatismo se disolvió en los vaivenes que estaba recibiendo, con su espalda contra la pared mojada. No duró mucho aquella invasión y en pocos instantes la respiración entrecortada de aquel hombre mutó en un chorro de fluido caliente que la invadió por dentro. Sus cuerpos se desplomaron uno contra otro adheridos por la humedad del agua. Ella se sonrió, no sabía cómo pero se alegró de que él hubiera logrado superar el bloqueo de la nieve.