lunes, 5 de diciembre de 2011

Sicosis

         
          El final de la película coincidió con el comienzo de la nevada al otro lado del cristal. Apagó la televisión anudando con fuerza el cinturón de la bata, como si con ello quisiera expulsar la sensación de inquietud que le había ido invadiendo. Una desasosiego que se acrecentó con el the end y fue consciente del silencio que le rodeaba y de que hoy estaba sola en casa. Le gustaba ver nevar cuando estaba en casa, pero hoy no se atrevió a acercarse a la ventana pues la negrura de la noche le azuzaba su intranquilidad. Precisamente hoy que había visto Sicosis se le ocurre a su marido quedarse bloqueado por la nieve…

            Entró en su dormitorio y cerró la puerta como si quisiera librarse de una amenaza externa para darse una ducha, deseando que el agua caliente sirviera para disolver todos sus temores.  Se desnudó y al contacto del aire con su cuerpo desnudo, sintió un escalofrío que recorrió su cuerpo de pies a cabeza. Sintió erizarse el vello de su piel y endurecerse sus pezones como consecuencia de un automatismo termal. Se pasó sus dedos por ello y, como si fuera una ráfaga, sintió como crecía en su interior el deseo por él. Un deseo que hoy se frustraría y aparecía aderezado de temor. Abrió el grifo de la ducha y dejó caer aquellos manantiales cálidos que empezaron a recorrer su cuerpo. Su pelo chorreaba perdiendo sus formas, desplomándose sus puntas sobre su cuello.  Su mano libre empezó a extender el agua por su epidermis, como queriendo alimentarla de la calidez vivificante que le producía.  Se agachó arqueando sus piernas para facilitar la entrada de sus dedos en su oquedad, cuando de pronto sintió un ruido…

            Sí, había sido un golpe seco. Cerró el grifo y aguzó el oído, pero no volvió a escuchar nada. Supuso que sería causa de su imaginación, hoy especialmente calenturienta, e iba a abrir el grifo, cuando otro sonido la detuvo.  Sí, no había duda. ¿Se habría colado alguien en la casa? Su cuerpo empezó a temblar de manera casi imperceptible, mezclándose frío y miedo. De su imaginación no se quitaba aquella cortina en blanco y negro de la película  y aquel instante súbito en que detrás de ella aparece una mano empuñando un cuchillo.

            De nuevo otro golpe, esta vez fue la puerta del dormitorio al cerrarse. Atenazada por el miedo quiso chillar pero de su garganta sólo salió un grito silencioso. La luz se apagó, dejó de ver la cortina aunque sintió la agitación leve de ésta al descorrerse y un bulto negro cayó sobre ella. Sus manos fuertes agarraron sus brazos y en pocos segundos inmovilizaron su cuerpo. Ella quedó quieta, de todas formas no podía hacer otra cosa.  Quedó rodeada por unos enormes brazos peludos, cuando sintió la fuerza imponente de aquella dura prominencia, que se coló entre sus piernas sin pedirle permiso. Se sintió como si fuera horadada hasta la mayor de sus profundidades y su inicial estatismo se disolvió en los vaivenes que estaba recibiendo, con su espalda contra la pared mojada. No duró mucho aquella invasión y en pocos instantes la respiración entrecortada de aquel hombre mutó en un chorro de fluido caliente que la invadió por dentro. Sus cuerpos se desplomaron uno contra otro adheridos por la humedad del agua. Ella se sonrió, no sabía cómo pero se alegró de que él hubiera logrado superar el bloqueo de la nieve.

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