viernes, 9 de diciembre de 2011

Elipse


            Sus primeros movimientos fueron torpes, no supo por qué se acordó  en aquel momento del hijo de su vecina que estaba aprendiendo a andar. Desplegó sus dedos con inicial torpeza hasta que al contacto con aquella epidermis que le era tan novedosa como suave, adquirieron una entusiasmada vivacidad, sobre todo cuando vio cómo le miraban sus ojos luminosos. A medida que pasaban los minutos ganaba en espontaneidad y en un dinamismo azuzado por aquellos besos jugosos que los labios de ella iban dibujando sobre su deseosa piel.    

            Gozaba de una paradójica sensación, nerviosa y sosegada al mismo tiempo. Le resultaba original y excitante el acariciar esos pezones ajenos, oscuros y destacando sobre sus enormes prominencias en el centro de unos círculos de forma caprichosa. Disfrutó al sentir los dedos largos de ella esculcando entre sus piernas y robándole agradablemente la humedad que manaba placentera y parecía saborear su entrepierna.

            Acomodaron sus cuerpos formando una elipse gustosa donde el contacto entre sus pieles se multiplicaba. Se miraron a los ojos y unas risas nerviosas escaparon al unísono de sus bocas. Parecemos adolescentes, le dijo ella. Es que en cincuenta años es la primera vez que estoy tan enamorada, le contestó, mientras la rodeaba con sus brazos y la apretaba contra sí, mientras sus pechos se besaban entre ellos.

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