jueves, 13 de enero de 2011

Escribiendo sobre mí


         Siempre me ha gustado tu forma de escribir, esas historias que surgen de tu cabeza y que tus manos plasman sobre el papel. Desarrollas una gran habilidad para que tus líneas escritas arrullen mis sueños, por eso las espero con esa avidez con que la tierra reseca aguarda a la lluvia tras el verano.
          Escribe algo para mí, te dije deseosa de que tus letras, aunque fueran por una vez, se convirtieran en egoístas,  en sólo mías. Tus ojos resplandecieron, asintiendo con la cabeza y diciéndome: escribiré un poema sólo para ti.
         Quedamos en tu casa, no olvido el momento, fue en un atardecer en que la luz tenue atravesaba los visillos de tu ventana y un mimoso silencio acompañó mis pasos al interior de tu dormitorio. Te acercaste a mí y con ligeros movimientos fuiste desprendiéndome de mis ropas. Fui a hablar pero un gesto de tu dedo en los labios me impuso silencio. Ya sin nada sobre mi piel contemplaste mi desnudez con ojos regocijados y colocaste mis rodillas sobre la cama haciendo que mis brazos descansaran también, mientras mis pechos oscilaban en el aire, entrechocándose entre sí.  A pesar de sentirme cómoda, noté en mis nalgas una cierta tensión,  que se disolvió cuando sentí cómo tus labios depositaban un beso en ellas.
                Me mostraste un rotulador negro y, al punto, empecé a notar como lo ibas deslizando, mientras escribías, sobre mi piel. Miraba al espejo que tenía enfrente y te veía ensimismado en la escritura y simplemente imaginar lo que de mí veías, provocaba que se erizara toda mi superficie. Gocé como no imaginas, sintiéndome marcada por la flecha de tu inspiración y aquel fluir del rotulador superaba en calidad al más intenso de los masajes. No es extraño que todo mi cuerpo se fuera sacudiendo levemente por la excitación, hasta el momento aquel, en que al finalizar el poema, pusiste el punto final en ese resquicio carnoso que atisbabas entre mis dos piernas, justo cuando una gota manaba, que atrapando aquel punto negro, dejó una sombra negra en tu colcha, con el que a partir de ahora, cuando no esté contigo no te olvidarás de mí.

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