miércoles, 14 de marzo de 2012

El antipulpo

        Sus primeros recuerdos adolescentes eran de cómo los niños se habían convertido en hombres y estaban asociados a la transformación de sus brazos en peludos y musculosos, algo que tanto le llamaba la atención. ¡Cuidado!, son como pulpos, le advertía su madre, que se enroscan en torno a tu cuerpo para tocarte todo lo que puedan.
        No supo cómo, pero con el tiempo, la que fue inicial repugnancia, tras algunos primeros contactos, tornó en gratos deleites. No fueron tantos como ella hubiera querido y la memoria ya había hecho lo imposible por borrar los que algún día disfrutó.
        Pasaron los años y ahora su propia cama se había convertido en un peculiar acuario con la reiterativa compañía de unos de estos moluscos cefalópodos. Sentía su propio cuerpo como agostado, carente de esa vitalidad que alguna vez le produjo la penetración, en su deseosa hondonada, de su miembro masculino, hoy ya tan inaccesible y desconocido, Percibe, a su lado, la respiración ajena y adormilada en aquella cercanía, que ya quisiera ella que fuera íntima, y se suplica a sí misma, como si eso sirviera para algo, por saborear el abrazo intenso de sus tentáculos. Ansía que se deslicen a lo largo de su cuerpo desnudo, que la rodeen y la abracen con fuerza,… pero eso sólo ocurre cuando su subconsciente le regala bonitos sueños.
       Como un intento postrero, agarra aquel pesado brazo, colocándolo sobre su cuerpo, deseando e invitándolo a que alboroce su femineidad, pero éste se niega a responder y cuando lentamente se retrae hacia atrás, volviendo a su posición inicial, siente un inmenso dolor, como si la desgarraran con ganchos invisibles. A estas alturas ni siquiera pide ella caricias, se conformaría con simples roces, que despabilaran su cuerpo y le revelen que está viva, aunque fueran elongaciones de pulpos extraños y de tentáculos de cualesquiera formas y texturas…
        Mientras el riego de sus lágrimas se desliza en manantiales por la superficie de una piel que no fructificará, ella piensa que tuvo mala suerte y ¿ya no tiene remedio? Porque lleva veinte años en defectuosa coyunda con el que está seguro de que es un antipulpo.

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