martes, 17 de julio de 2012

Incidente aéreo


        Sintió un cierto asombro, cuando el avión inició el despegue, a pesar de toda la carga aplastante que hundía su ánimo. Diana había quedado en tierra y con ella dejó atrás todas sus ilusiones y quereres de los últimos doce años, ella se fue a trabajar a aquella isla lejana y había compensado la ausencia de él con un nativo de piel canela. Se lo confesó con una sonrisa, mientras él, muy digno, se dio la vuelta y se dirigió al aeropuerto para volver a casa. Iba tan sumido en su tragedia que no la vio hasta que la tuvo encima, una azafata sonriente y de ojos rasgados de brillo esmeralda le preguntaba si quería algún periódico. Titubeó un “no, gracias”, sobresaltado gratamente con aquel rostro que le alegró su vista.

         Sí, tenía que olvidar a Diana y reestructurar su vida, pensaba cada vez que aquella azafata, embutida en un estrecho pantalón gris que le dibujaba escandalosamente las líneas de sus glúteos, pasaba por su lado. Una blusa blanca por la que asomaba la hondura de su escote y un pañuelo rojo de seda en torno a su escultural cuello completaban todo su atuendo.
        
         Fue algo que no buscó pero aquellos paseos tan próximos de aquel cuerpo tan bien terminado, se lo fueron convirtiendo en  deseoso. El leve roce de su brazo cuando atravesaba el pasillo o de aquella bella ondulación trasera con su hombro le provocaron, azuzado por el tiempo de sequía erótica que sobrellevaba, un cierto calentamiento. El colmo fue cuando la azafata se agachó para hablar con un niño y un escueto tanga azul con dos hebillas a los lados asomó sobre su pantalón. Esto terminó produciéndole una leve erección que en pocos minutos estaba totalmente descontrolada. Cogió las instrucciones de salvamento para taparse púdicamente y entonces ocurrió lo peor…

         La voz del piloto les indicó que iban a aterrizar en pocos minutos y que debían abrocharse los cinturones, no había problema él ya lo tenía abrochado. El problema sobrevino cuando aquella azafata de ojos rasgados fue paseando por los pasillos, comprobando que todos los cinturones de los pasajeros estuvieran atados y se detuvo junto a él.

-Por favor, señor, me permite…-le dijo mientras le cogía las instrucciones de salvamento para comprobar el cinturón. Pero…”lo que vió” le hizo desviar los ojos del cinturón, una prominente hinchazón resaltaba, provocando en la tela de los pantalones una tirantez tal que parecía que iba a estallar, los ojos rasgados se redondearon por la sorpresa, mientras una gran sonrisa iluminaba su rostro. Él enrojeció como un tomate….

         Se reían, recordando esto, cuando tras el aterrizaje salía del aeropuerto rodeando aquellas ondulantes caderas de su brazo, porque, afortunadamente para ambos, ella tenía libre la noche…

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