martes, 25 de noviembre de 2014

Amaneciendo en besos

Me gusta despertar a tu lado. Abrir poco a poco los párpados y adivinarte en la penumbra. Contemplarte cuando duermes. Recibo y acojo el calor de tu respiración. Miro las líneas de tu rostro y un pecho que, atrevido, parece intentar escapar de tu escueto camisón. Me acerco a ti, no aguanto más, tengo el deseo intenso de sentirte y mis labios se humedecen  instantes antes de comenzar a posarse sobre tu cara. No quiero despertarte y te beso con toda la suavidad que puedo, como si se posara una mariposa sobre tu piel, recorriendo levemente las líneas de tu rostro. Gozaba contemplándolas y ahora, dibujándolas con mis labios.  Muy despacio mis labios regocijan cada rincón de tu frente y se deslizan por toda su frente, sienten el alegre cosquilleo de tus pestañas y  descienden por tus mejillas. Rozo, ahora, tus labios y paladeo el sabor de tu saliva que resbala mansamente a su través. Minúsculos besos, nano besos gustan cada milímetro de tus labios y ronronean en la hondonada de tu barbilla. Voy bajando por tu cuello como quien se desliza por una pista de mil sabores y como una bola que crece, así lo van haciendo mis instintos, mi deseo de ti. Descanso, sólo un instante en tu escote y mi lengua sale fuera a hurgar en el nacimiento de tus hermosos pechos. El que se estaba saliendo se escapa del todo y su pezón se ofrece, con descaro, a mis labios que lo apresan, como si se reencontrara con un amante al que hace años que no ve. Es demasiado, lo sé y tu sueño no resiste tanto. Te  mueves, primero tu cuerpo casi imperceptiblemente, luego es tu cuello el que gira y, no sé cómo, todavía con los ojos cerrados tus labios logran cazar a los míos, humedecerlos de tu sabor de amanecida y penetrármelos con tu lengua aún medio dormida. Son unos instantes casi eternos, intensos, íntimos… al fin, tus ojos se entreabren y mi boca, logra  escapar para decirte:

-¡Buenos días!

No hay comentarios:

Publicar un comentario