jueves, 12 de marzo de 2015

Dame tus manos

     

       Dame tus manos, quiero sentirlas apretadas a las mías. Esas manos que veo, como una fruta prohibida, y que percibo cargada de sensaciones. Las manos que siempre te han acompañado, tan necesarias y casi sin prestarles atención. Manos que destaparon, primero con ingenuidad y luego con pasión, el frasco de las caricias, algunas todavía vibrantes, otras olvidadas y arrepentidas. Esas manos que agradecieron tus hijas cuando las arrullabas y en las que se sintieron cobijadas en la mayor de sus seguridades. Manos que restregaron ollas, que limpiaron cristales, que abrillantaron suelos y empujaron muebles. Manos con dedos vivos que teclearon máquinas y que hoy lo hacen sobre el teclado del pc. Manos que manejan el volante y te conducen, en muchas ocasiones, camino de tus sueños. Manos que hablan de tu faceta de artista, de esos dibujos con los que retratas la realidad o de esas palabra que escribes para sacarlas de tu interior y, finalmente, como si se trataran de un rumor, disolverlas en el aire.

       Manos que hace tiempo vi, pero en las que, un día, especialmente me fijé, cuando adornaste tus uñas de ese intenso color burdeos, que las vistió de atractivo y que imposibilitaron que me pasaran inadvertidas. Esas manos que busco en mis fantasías, soñando cómo se posan sobre mi piel, distrayéndose sobre ella, sin prisas, hasta llegar a mis rincones más imposibles. Esas manos que quiero sentir sobre las mías, abrazándonos nuestros dedos, fundiéndose mutuamente en ese tacto vivo de nuestras palmas maduras, hasta igualar sus temperaturas. Cerrar los ojos y sólo sentirte a través de ellas. No te hagas más de rogar y dame tus manos, apretándolas contra las mías, lo más fuerte que puedas...y ¡soñemos!

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