viernes, 29 de octubre de 2010

Desde la silla

  
     Desde la silla espero que con tu llegada alumbres los tonos grises de mi atardecer. Me desprendí de mis ropas y con ello me desembaracé de esas preocupaciones que se engancharon a mí durante el día. Sentí el aire vistiendo mis desnudeces y retrocedí a ese instante de mi primera desnudez en que broté a la vida.
       Luego, en la ducha, el agua envolvió mi piel plácidamente en sus relajos y el tacto algodonoso de la toalla acabó de sosegarme. Ahora me siento en la silla, así, desnuda, como si me estuviera presentando abierta ante ti, gozando de tu dulce espera. Dejo que mi mente vuele y me dejo invadir que ese cariño que me tienes y al que me resulta tan imposible ponerle nombre. Y no puedo por menos de sentirme dichosa y afortunada de tenerte a ti de esta manera tan inmensa, tan mía, tan tuya, tan nuestra. Y esa felicidad y mi deseo apasionado por ti, por tenerte,  provoca el que mi asiento  se salpique levemente de esas partículas húmedas que brotan de entre mis piernas.
         Hay hueco detrás de mí en la silla. Sé que no tardarás en llegar y te sentarás tras de mí, rodeándome con tu brazo en torno a mi cuerpo. Sólo por sentirte así, en ese instante, sé que habrá valido la pena vivir este día. Mientras, sigo esperándote desde la silla.

1 comentario:

  1. Estuve leyendo varias entradas de tu blog y me parecieron bellísimas.
    Encantadora mezcla de erotismo y ternura.
    Felicitaciones!

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