jueves, 4 de noviembre de 2010

Instantes

                
                   Hay instantes en mi día en que te echo rabiosamente de menos. Te siento, entonces, tan cerca que casi puedo olerte y sentir tu aliento cálido sobre mi cuello. Instantes en los que intento reflejar con mis dedos las caricias incomparables de tus manos. Intuyo que de un momento a otro entrarás por la puerta con tu característica sonrisa aupada en tu rostro, te arrodillarás a mi lado, pondrás tu oído sobre mi vientre y darás formas mimosamente con tus dedos  a mi esférica barriga.
         Esto es maravilloso, el percibir cómo día a día esta vida va creciendo en mi interior, sobre todo porque es el fruto de esos otros instantes en que vestiste mi desnudez con la más exquisita de tus ternuras y al hacerte mío me arrebataste de la manera más imaginablemente placentera una parte de mí, pero me entregaste otra maravillosa de ti que ahora va tomando formas.
         Esta creciente criatura me habla de ti en cada momento de mi día y soy casi capaz de revivirte en desesperadas caricias. ¿Revivirte? Ingenua de mí, cuando un coche, que se subió a la acera, truncó tu vida cuando apenas empezaron a ondularse estas curvas mías. Sólo espero que nunca me abandones, sé que siempre estarás a mi lado y que nuestro hijo hará que te mantenga intensamente presente durante el resto de mi vida.

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