domingo, 26 de septiembre de 2010

Luciérnaga

    
        Sólo quien ha paseado por el campo en una noche de luna nueva y alejado de cualquier tipo de luminosidad puede valorar el brillo inmenso de la luz, aparentemente tenue de la luciérnaga. Sólo quien durante mucho tiempo  vive sumido en una oscuridad, que llega a enquistarse y a convertirse en una forma de vida, puede entender lo que significa para mí, más allá de lo simbólico, esta luminosidad trasera de tu cuerpo, recortándose por delante de toda la oscuridad en que vivía envuelto.
             Tus formas vivas, recogidas sobre sí misma de esa manera rutilante, son un signo animoso y estimulante para mi día a día. Me gusta recorrerlas, aunque sea con los ojos cerrados, las conozco ya de memoria y que hermoseen mi alegría. Querida luciérnaga, gracias por ser como eres y brillar de tal modo en aquellas, ya antiguas, oscuridades.

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