miércoles, 15 de septiembre de 2010

¿Te apetece?


               Me gusta este rato al final del día, en que arrojo los zapatos de tacón por el aire, me suelto el pelo y me arranco el sujetador para liberar mis pechos y dejarlos caer en el aire. Tomo la botella y voy deslizando el vino por las paredes de cristal. Me gusta ver como lame esta superficie brillante y se va agrupando en el fondo de la copa con pequeñas burbujas, que asciende en plácido aroma hasta acariciar los agujeros de mi nariz.
               Acerco la copa a mis labios y empiezo a degustar el vino, mientras siento como gota a gota aniega con mimo mi garganta, voy descargando hacia fuera todos los problemas del día que disolviéndose en el aire, van haciendo que mi sensibilidad se acreciente. La placidez inicial se va tornando en excitación que va envolviendo mi cuerpo, no sé si será cosa mía, pero mis pezones, con el roce de la brisa, van creciendo tensamente sensibles y tornándose de una tonalidad semejante a la del vino.Ya queda poco, no aguanto mucho más, cuando siento la puerta y, al punto, entras con tu rostro cansado pero revivido por la luz de esa mirada deseosa que pones sobre mí. Dejas tu cartera y tu abrigo sobre la silla y tus andares firmes a paso felino te acercan a mí, mientras tus labios empiezan a  brillar de deseo. Entonces, siempre te hago lo mismo, pongo la copa entre mis pechos desnudos de pezones rutilantes y mirándote traviesa, a través de mis pestañas, con la cabeza agachada, te digo con toda la dulzura de que soy capaz, antes de ese instante previo a tu asalto:
-¿Te apetece?

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